Muere Jeanne Moreau, ícono de la Nouvelle Vague y «la mejor actriz del mundo» según Welles

 

Jeanne Moreau, que en 2001 se convirtió en la primera mujer nombrada en la Academia de Bellas Artes de París, interpretó en la pantalla grande a varias mujeres rebeldes, anticonformistas y marginales. En “Moderato cantabile” de Peter Brook, que le valió el premio de interpretación femenina en el Festival de Cannes en 1960, dio vida a una mujer de la burguesía insatisfecha, atormentada y disconforme.

 

La que ha sido una de las más grandes figuras del cine francés, si no la mayor, a la que muchos siguen considerando icono de la nouvelle vague ha fallecido a los 89 años de edad. Sin embargo, Jeanne Moreau ha volado mucho desde los tiempos de las inolvidables Ascensor para el cadalso o Los amantes (Louis Malle, 1958), Los cuatrocientos golpes (François Truffaut, 1959), por pequeña que fuera su participación, Las relaciones peligrosas (Roger Vadim, 1959), Moderato cantabile, junto a Jean Paul Belmondo (Peter Brook, 1960), la escalofriante Diálogos de carmelitas (Philippe Agostini, 1960), o su fascinante encarnación de la Catherine de Jules y Jim (Truffaut, 1962), en la que el poder mágico de su sensualidad acaparó la pantalla fascinando con aquella sonrisa amplia y fresca, símbolo de una manera alegre de vivir desconocida hasta entonces en el cine francés, aún con resabios de posguerra. Tiempo después, ella recordaba con buen humor que también había quienes no habían caído admirados ante su personalidad y que para halagarla le decían que les recordaba a Bette Davis: “Pero como yo no aguantaba a Bette Davis”, respondía, “cuando me muera quiero que escriban en mi tumba que fui amante de Jules et Jim”. De la Davis no se podría decir lo mismo.

 

 

 

Ignoro si se hará así. Jules y Jim fue, desde luego, una de sus grandes películas, y aunque también trabajó en teatro y dirigió ópera, el cine fue su reino. Con Orson Welles a quien admiraba, intervino en El proceso(1962), Campanadas a medianoche(1965), y Una historia inmortal (1968), de la que ella recordaba fascinada que “transformó una plaza de un pueblo de España –Chinchón- en un mercado chino. Eso es para mí el cine: ¡magia!” Y trabajó para Luis Buñuel en El diario de una camarera (1964): “Yo le llamaba “mi papa español” y él me decía; “Si llego a ser tu padre te habría tenido atada y entre rejas”. Y trabajó para Antonioni en La noche (1961), donde coincidió con Marcello Mastroianni a quien tras su muerte dedicó una bella declaración de amor en una película breve de Theo Angelopoulos.

“Actuar es transmitir vida”,

decía la Moreau, y eso demostró con Joseph Losey cuando hicieron Eva, (1962), El otro Sr. Klein, (1976) y La trucha (1982), o con Elia Kazan El último magnate (1976), o con Rainer Werner Fassbinder en la polémica Querelle (1982), porque Jeanne Moreau se lanzaba con frecuencia a aventuras arriesgadas, decía abrir las puertas a lo irracional: “Abro las puertas a la intuición porque la racionalidad es realmente la muerte.” Como siguió transmitiendo vida cuando ella misma se lanzó a dirigir su primera película, Lumière, en 1976. Confesó haber llegado agotada al rodaje tras los esfuerzos que había tenido que hacer para poner en pie la producción, pero tres años más tarde lo intentó de nuevo con un segundo largo, La adolescente,interpretado por Simone Signoret. Finalmente, no habiendo encontrado el apoyo que buscaba ni el aplauso del público, a pesar del paso de sus películas por festivales, se despidió de la dirección cinematográfica con un documental sobre la actriz del cine mudo Lilian Gish. Y regresó a ese trabajo suyo, la interpretación, que “toca emociones muy delicadas”, aseguraba. “No se trata de ponerse una máscara. Cada vez que un actor interpreta no se esconde, se expone”.

 

Jeanne Moreau se casó dos veces, la primera muy joven en 1949 con el cineasta Jean-Louis Richard, con quien tuvo un hijo, Jérôme, y en segundas nupcias con el director de cine estadounidense William Friedkin, de quien se separó al cabo de dos años.

Pese a sus dos divorcios no dejó de buscar a lo largo de su vida un “amor profundo” en numerosas relaciones sentimentales, incluyendo con el cineasta Louis Malle y el diseñador Pierre Cardin.

“Mi vida estuvo llena de experiencias para aprender lo que es amar”, decía. “Es muy difícil decir ‘sé lo que es el amor’. Es como un paraíso perdido del que fuimos expulsados”. Repetía a menudo que era ella quien ponía fin a sus relaciones, ya que prefería abandonar que ser abandonada.

Jeanne Moreau y Brigitte Bardot
Jeanne Moreau y Brigitte Bardot | Agencia AFP

Su ruptura con Malle fue particularmente difícil. “Los amantes” fue “la primera película hecha para mí. Es un encuentro con el amor”, señaló, estimando que el filme no habría salido a la luz si ella y su director no hubiesen sido amantes en la vida real.

Su encuentro con Pierre Cardin, cuya homosexualidad no era un secreto, fue amor a primera vista. “Lo vi y fue inmediato. Quería volverlo a ver“, le contó a Marguerite Duras. “Sabía que podía amar a una mujer. Debía ser paciente, suave, no hacerle tener miedo”.


#JeanneMoreau, 1928-2017. This sadness will never end. But the joy of remembering her will always be with us. pic.twitter.com/HocfzWn0ZM

— UniFrance (@uniFrance) 31 de julio de 2017